23 diciembre 2010

Por qué se deja de acentuar la conjunción "o".

Una antigua regla de acentuación establecía que cuando la conjunción o aparecía entre cifras, esta se acentuaba. Con la publicación de la nueva Ortografía de la lengua española de 2010, esta tilde diacrítica queda definitivamente desterrada. A partir de ahora debemos escribir 2 o 3 sin acento ortográfico.
Hay dos motivos que han llevado a jubilar esta vieja tilde, según se nos explica en la Ortografía académica (pp. 217-218, 270-271). En primer lugar, se ha tenido en cuenta un principio general que regula el uso del acento ortográfico en español:
Solo las palabras tónicas son susceptibles de llevar tilde
Pero sucede que la conjunción o es átona, es decir, carece de acento propio en la lengua oral, por lo que para pronunciarse se apoya en la palabra que viene a continuación. En consecuencia, acentuarla en secuencias como 1 ó 2 rompía este principio general y, por tanto, iba contra la economía del sistema de acentuación ortográfica del español.
En segundo lugar, consideran los académicos que en los textos impresos o electrónicos actuales la tipografía es lo suficientemente clara como para evitar posibles confusiones. Incluso en manuscritos, basta con esmerarse un poco para que los espacios en blanco dejen claro cómo se ha de leer el texto.
Desde un punto de vista comparativo, se puede señalar que en italiano no existe nada parecido a esa tilde diacrítica y en catalán tampoco. En estas dos lenguas románicas, esa conjunción es una simple o, como en castellano, sin que hasta la fecha se haya producido ninguna catástrofe por confundir 2 o 3 con 203.
Por otra parte, la antigua norma daba pie a que muchas personas, por hipercorrección, se empeñaran en poner la tilde también cuando los números estaban escritos en letra: dos ó tres. Incluso, como me hace ver mi amiga Ester, había quien, aplicando una acentuación preventiva, escribía sopa ó ensalada.
Si esta reforma contribuyera a salvar de semejantes banderillazos a esta pobre letra, bienvenida sea.
Pero no tengamos tampoco demasiada esperanza en ello.

17 diciembre 2010

Valentín García Yebra, la voz de la traducción en la RAE




"La traducción ha sido acaso el más importante procedimiento para la propagación de la cultura". Así comenzaba el 27 de enero de 1985 su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua (RAE) Valentín García Yebra. Ayer quedó vacío el sillón n de esta institución, que este escritor y traductor de 93 años ocupaba desde entonces con un "gran sentido de la responsabilidad", como destacó ayer el escritor, y también académico, Luis Mateo Díez, citado por la agencia Efe. Como él, García Yebra era leonés, nacido en la localidad bierzana de Lombillo de los Barrios el 28 de abril de 1917.
El académico estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, se licenció en 1944 en Filología Clásica y se doctoró con la tesis Las traducciones latinas de la metafísica de Aristóteles. Ganó por oposición en 1945 la cátedra de Griego del Instituto de Enseñanza Media de Santander, y por entonces comenzó a alternar la labor pedagógica con la traducción de lenguas vivas y clásicas. Siempre defendió la presencia de las lenguas clásicas en la enseñanza.
Entre 1955 y 1966 dirigió el Instituto Politécnico Español de Tánger, donde ocupó la cátedra de Griego, entre 1955 y 1966, y, luego, hasta 1969, fue responsable del Instituto Calderón de la Barca, en el que se encargó de la cátedra de Griego hasta 1974.
Ese último año impulsó el Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores, creado por su iniciativa en la Universidad Complutense, donde ejerció varios cargos y enseñó la asignatura de Teoría de la Traducción.
Traducía lenguas antiguas y modernas, como el griego, alemán, francés, italiano y portugués. Escribió, además, diversos estudios teóricos sobre esta materia, entre ellos Teoría y práctica de la traducción y En torno a la traducción.
A propuesta de Dámaso Alonso, Alfonso García Valdecasas y Rafael Lapesa, fue elegido en enero de 1984 miembro de la RAE para ocupar el sillón n, vacante desde la muerte de Jesús Prados Arrarte. Un año después, en el discurso de su toma de posesión, destacó la figura del neologismo: "Una lengua se enriquece sobre todo por los elementos nuevos que, incorporados a su peculiar sustancia, producen su desarrollo".
"Sin los neologismos", añadió, "la lengua se debilitaría hasta su depauperación". Lamentaba la mala acogida que consideraba que tenía en general el neologismo en la lengua castellana: "Es una lástima, porque esta tendencia restrictiva, como toda tendencia anárquica, puede ser empobrecedora. Las lenguas como los pueblos, necesitan renovar su sangre; no pueden practicar una rigurosa endogamia".
García Yebra distinguía sin embargo entre el llamado préstamo de palabras de otras lenguas y el calco. Para él, el préstamo no es un procedimiento de traducción, sino la renuncia a traducir. Un problema con que se encuentra el traductor, no preparado en ocasiones para afrontar la creación de nuevos términos, procedentes de otras lenguas, en la suya propia. "El calco estaría en el terreno opuesto: en la traducción absoluta, la traducción total, que no solo vierte el sentido y la designación de los términos originales, sino también su significado. Una traducción bien ceñida al original viene a ser una especie de calco prolongado", describió entonces.
García Yebra recibió, entre otros, el Premio Nacional de Traducción que le concedió el Ministerio de Educación de Bélgica en 1964, cuando era director del Instituto Español de Tánger, por su versión de la obra de Charles Moeller Literatura de siglo XX y cristianismo. En 1971 recibió el premio Ibáñez Martín, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, por su edición trilingüe de la Metafísica de Aristóteles. La RAE lo distinguió también, en 1982, con el premio Nieto López, por su labor como traductor y su trabajo a favor del idioma.

Entrevista al nuevo Director de la Real Academia Española de la Lengua, don José Manuel Blecua.



Enhorabuena por el nombramiento. ¿Qué supone para usted ser director de la Real Academia Española?
Pues para mí, que soy un profesor de Lengua española, es el honor más grande que se puede tener. No solo porque es la Academia Española. Es que son todas las demás academias.

En estos momentos, ¿ya tiene algún objetivo pensado?
Todavía no. Acabo de ser elegido y no tomo posesión hasta el próximo 13 de enero. Los cargos toman posesión siempre en la primera sesión del año siguiente. Tiene su explicación: así da tiempo a que el antecesor deje todo preparado.

¿Qué tal encuentra la Academia que recibe? ¿Considera que hay cuestiones que mejorar en la institución?
Más que mejorar, hay que completar. Iniciar servicios nuevos, completar la puesta en marcha del nuevo portal de internet, que es importantísimo y que lo impulsamos junto a las academias americanas. Va a ser un punto de referencia y de encuentro para la lengua española. Vamos a poner en él todos los recursos de la Academia, que estarán a disposición de los investigadores. Además, tenemos la tarea de completar la catalogación del Archivo; también las grandes bibliotecas que tenemos, como la de Dámaso Alonso. Y después, tenemos el reto de ponernos en contacto con la sociedad y cumplir con las funciones que siempre tenemos encomendadas, desde el siglo XVIII.

Conseguir que la Academia conecte plenamente con la sociedad puede ser uno de los retos más complicados que plantea.
Internet nos está permitiendo muchos avances. La consulta diaria es una cuestión maravillosa. También está nuestra apuesta por lo panhispánico y debemos afrontar además los problemas vinculados con la práctica de la enseñanza.

¿Se esperaba que sus compañeros lo eligiesen o ha sido una sorpresa?
No me esperaba lo que ha sucedido. Ha sido una sorpresa para mí y tengo que decir que estaba muy nervioso. Además la rapidez con la que se ha resuelto todo...

La elección ha sido por mayoría absoluta de todos los académicos reunidos.
Sí, a la primera votación. Me ha dejado impresionado. Estoy muy agradecido.

Su antecesor también tenía una fuerte vinculación con Aragón.

Ha habido grandes académicos aragoneses. En el caso de Víctor García de la Concha, había sido catedrático en la Universidad de Zaragoza. Y hemos tenido a Fernando Lázaro Carreter, que fue director, entre otros destacados aragoneses académicos. También los aragoneses son los que más han contribuido al 'Diccionario de Autoridades'. En cuanto a mí, siento algo muy especial. Soy aragonés, he estudiado en el Instituto Goya, en la Facultad de Letras, he vivido en la calle Cavia, he nacido al lado del Pilar... Asumo el cargo encantado, con mucho ánimo.

¿Qué son los homónimos?

Homónimos son palabras que comparten un mismo significante pero difieren en su significado. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con pata (ave palmípeda) y pata (extremidad de un animal). La homonimia es una forma de ambigüedad léxica.
Como decíamos arriba, las palabras homónimas tienen que ser idénticas en su forma, pero aquí se pueden diferenciar dos planos: el de la fonología y el de la grafía. Si coinciden en la pronunciación, nos encontramos ante homófonos. Un ejemplo clásico en español es vaca (rumiante) frente a baca (soporte para transportar equipaje en el techo de un coche). Estas dos palabras se pronuncian exactamente igual, por lo que cumplen en el plano fonológico la condición de identidad del significante, que es necesaria para que podamos considerarlas homónimas. Sin embargo, difieren en su grafía, por lo que la homonimia habrá de considerarse parcial. Si también se escriben de la misma forma, las palabras en cuestión además son homógrafas y la homonimia es entonces total. Así sucede con pata (animal) y pata (extremidad), que ya se mencionaron, y también con cobre (metal) y cobre (del verbo cobrar) o con para (preposición) y para (del verbo parar). Dadas las características de la ortografía española, cuando dos palabras tienen idéntica grafía, también tienen idéntica pronunciación. Por ello, en nuestra lengua, todos los homógrafos son al mismo tiempo homófonos.
Históricamente, la homonimia puede tener dos tipos de origen. La primera posibilidad es que se produzca una evolución fonológica convergente, que lleva a que dos palabras que se pronunciaban de maneras diferentes queden igualadas. Hoy día tenemos como homónimos don (regalo) y don (tratamiento de respeto). Los puntos de partida son diferentes y se sitúan en dos formas latinas que sufrieron una fuerte erosión de su sustancia fónica: donum ‘regalo’ y dominum ‘señor’. El yeísmo y el seseo han contribuido al aumento del número de homónimos en castellano, al menos en la lengua oral, al igualar la pronunciación de pares como pollo y poyo o cerrar y serrar.
La segunda posibilidad es que una divergencia semántica dé lugar a significados diferentes que los hablantes dejen de percibir como vinculados. Esto fue lo que ocurrió con banco (de sentarse) y banco (de guardar el dinero… quien lo tenga). El vínculo etimológico entre uno y otro es de tipo metonímico: los predecesores de nuestros actuales banqueros hacían sus negocios en la plaza pública, adonde sacaban un banco o una mesa para atender a los clientes. Hoy se ha perdido la conciencia de este lazo histórico, por lo que parece razonable considerar que nos encontramos aquí ante dos palabras homónimas, más que ante una única palabra con significados múltiples, que es lo que se conoce como polisemia.
Llegamos con esto a un punto espinoso, que es el de la distinción entre homonimia y polisemia. Por lo general, se suele considerar necesario para que podamos hablar de polisemia que se perciba una relación entre los diferentes significados, como ocurre en el caso de cuello, que tiene diferentes acepciones referidas a una parte del cuerpo, de las botellas o de las prendas de vestir. Aunque esas realidades son muy diferentes entre sí, todos percibimos intuitivamente que los dos últimos significados encuentran su motivación en el primero. Muy diferente es la situación entre homónimos como callo (dureza de la piel) y callo (del verbo callar), donde, claramente, no hay relación alguna más allá del hecho fortuito de que coincidan en su pronunciación y escritura. Hay que advertir, eso sí, que en la práctica no siempre resulta posible una diferenciación tajante.
La homonimia puede dar lugar a conflictos: si la forma de dos palabras converge, estas se pueden llegar a confundir. Así, en un hogar seseante, una oración tan inocente como ¡Que me voy de caza! podría provocar una crisis en toda regla (o quizás una fiesta, ¿quién sabe?). Estos choques potenciales se pueden desactivar sustituyendo uno de los términos. Así, en las variedades seseantes del español cacería avanza a expensas de caza y puede resultar preferible cocinar las patatas antes que cocerlas (para salir al paso de confusiones con coser). A veces, la diferenciación se puede lograr mediante la grafía, aunque se mantenga la pronunciación. Un procedimiento para esto es la tilde diacrítica, que busca diferenciar en el papel el verbo y la preposición de. Lo mismo se consigue con la hache en el caso del sustantivo ala y la interjección hala. Asimismo, se pueden marcar distancias mediante el género (el terminal telefónico frente a la terminal del aeropuerto) o mediante el número (la esposa ‘cónyuge’ frente a las esposas ‘aros de metal’). También se puede retocar una de las formas. Hoy son muchas las personas que confunden especie y especia. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que su origen común está en el latín species con un final ligeramente modificado.
En fin, no podemos dejar de mencionar que la homonimia puede dar lugar a juegos de palabras, como aquel que todos aprendimos de niños: “¿Usted no nada nada? Es que no traje traje”; o el de la canción de Barrio Sésamo: “Tengo una llama que Llama se llama”.

[Blog de Lengua Española de Alberto Bustos, ¿Qué son los homónimos?]

11 diciembre 2010

Entrenamiento en Interpretación en línea

En Guatemala, muchas personas me han preguntado sobre lugares para aprender a interpretar, hasta el momento, en lo personal, no conozco alguno, por lo que sugiero que visite, al oprimir con su cursor en el título de esta entrada, un sitio que recién encontré para enterarnos sobre modalidades en línea que han empezado a surgir. ---- Cualquier comentario o aporte es bienvenido.

10 diciembre 2010

La falacia etimológica

El sustantivo etimología está formado sobre el adjetivo griego étymos ‘verdadero’ y viene a significar etimológicamente algo así como ‘estudio del verdadero significado de las palabras’. En la práctica, la etimología es algo muy diferente y bastante más modesto. Se trata de una rama de la lingüística que estudia el origen y evolución de las palabras. En esa discrepancia entre el significado etimológico y el significado que de hecho tiene este término en la actualidad está el quid de la cuestión que nos va a ocupar hoy: la falacia etimológica, en la que se dan la mano lógica y lingüística. La falacia etimológica es un modo incorrecto de argumentar o razonar que consiste en tomar el significado originario de una palabra como el único verdadero.

Esto supone pasar por alto algo que sabe cualquier principiante en las lides lingüísticas: el significado de las palabras es convencional y, por tanto, estas no tienen más significado verdadero que el que lleguen a adquirir en el seno de una comunidad lingüística en un momento determinado. Y digo en un momento determinado porque el significado, como todo lo que va asociado a las lenguas, va cambiando con el paso del tiempo. Este es un fenómeno que se conoce como cambio lingüístico y al que ninguna lengua escapa.

La etimología ilustra sobre el origen e historia de las palabras, pero no necesariamente sobre su significado actual. Nos puede iluminar incluso sobre aspectos que se nos escapaban y que nos ayudarán quizás a ahondar en nuestra comprensión de un concepto. Hace dos semanas, por ejemplo, hablábamos aquí sobre cómo el verbo escribir significa etimológicamente ‘arañar, hacer incisiones’. Esto tiene relación con la forma en que históricamente se empezó a escribir y nos presenta gráficamente la evolución que subyace a nuestras actuales técnicas de escritura. Pero de ahí a decir que la verdadera forma de escribir consiste en arañar va un mundo.

Un buen ejemplo de falacia etimológica nos lo brinda la polémica que, con pequeñas variantes, se va reproduciendo en los diferentes países donde se va planteando la necesidad de equiparar los derechos de las parejas del mismo sexo en lo tocante al matrimonio. Nunca falta aquí alguien que, tirando de diccionario, afirme que matrimonio viene de madre y que, por tanto, un matrimonio sin madre no puede ser tal. Ese argumento, aplicado consecuentemente, nos impediría llamar plumas a las estilográficas, puesto que no se han arrancado del ala de ningún ganso. Una misma palabra, a lo largo de la historia, se puede ir refiriendo a realidades cambiantes. Tal forma de argumentación supone querer dar por cerrado un problema político a golpe de diccionario, basándose en un supuesto sentido prístino y auténtico, casi mágico, de los vocablos. Si la cosa fuera tan sencilla, nadie querría ser diputado y, en cambio, habría bofetadas para ser lexicógrafo.

Detrás de este tipo de falacia se encuentra implícita la idea de la degeneración de la lengua desde un estadio de pureza primigenia del que nos vamos alejando con cada paso que damos. No hace falta devanarse demasiado los sesos para percibir la conexión con el purismo.

Lo importante de todo esto es que la etimología no es una varita mágica para entender los significados actuales de las palabras. Simplemente nos cuenta —cuando puede y hasta donde puede— los que tuvieron históricamente. Y el diccionario, cualquier diccionario, nos informa como máximo (si está bien hecho) de lo que significan las palabras, pero en ningún caso de cómo debe ser el mundo del que hablamos con esas palabras.

[Blog de Lengua Española de Alberto Bustos, La falacia etimológica]

09 diciembre 2010

Para salir de los linderos del silencio.

“Sin la traducción habitaríamos provincias lindantes con el silencio”,
escribió George Steiner. Y Milan Kundera expresó: “La cultura
occidental existe gracias a los traductores”. Las dos máximas
condensan los empeños de Sergio Pitol (Puebla, 1933): la traducción es
uno de los rostros más sorprendentes de su obra. A través de ella
traza un mapa de su propia literatura; constituyó para Pitol una
constante formación.

En sus traducciones, Pitol proporciona múltiples pistas de la
construcción de su obra, de sus influencias y pasiones.

Conocedor de múltiples idiomas, entre ellos el inglés, el ruso, el
polaco y el italiano, Pitol se erigió como un perseverante traductor
de obras de diversas épocas y latitudes a partir de la década de los
60, que circularon en España en los catálogos de Seix Barral y
Tusquets, pero que tuvieron poca difusión en México. Desde hace tres
años, la Editorial de la Universidad Veracruzana se ha dado a la tarea
de reeditarlas dentro de la Colección Sergio Pitol Traductor, que a la
fecha suma 17 títulos.

Serán entre ocho y 12 más. Depende de las cesiones de derechos, porque
hay autores traducidos por Pitol que pertenecen en exclusiva a otras
editoriales, como Nabokov y Vittorini. Los derechos de Gombrowicz
pertenecen a Seix Barral, pero fueron cedidos.

En el marco de la vigésima cuarta edición de la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara, Sergio Pitol, Rodolfo Mendoza, Laura Emilia
Pacheco y Agustín del Moral presentaron los títulos más recientes de
la colección: Adiós a todo eso, de Robert Graves; Washington Square,
de Henry James, y Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski.
“En la UV tenemos el privilegio de realizarla. Revalora autores que
por alguna razón estaban olvidados, como Lu Hsun, Ronald Firbank y
Ford Madox Ford”, dijo Rodolfo Mendoza, coordinador de la Colección
Sergio Pitol Traductor.

“Pitol se arriesgaba y llegaba a editoriales como Seix Barral,
Tusquets o Anagrama y proponía libros que no estaban contemplados en
el ámbito de la lengua española; reveló autores que hubieran
permanecido en secreto”, recordó Mendoza.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes se unirá al empeño de
la Universidad Veracruzana y coeditará la Colección Sergio Pitol
Traductor. El anuncio lo hizo Laura Emilia Pacheco, titular de la
Dirección General de Publicaciones del Conaculta. Afirmó que las
traducciones de Pitol son “canónicas”.

“Con la coedición se logrará una mayor difusión de la obra traducida
por Pitol, ya que el Conaculta tiene un gran aparato de distribución
en el extranjero”, agregó Rodolfo Mendoza.

Entre los títulos que se reeditarán a partir de enero del 2011, porque
están agotados, están: La vuelta de tuerca de Henry James, El ajuste
de cuentas de Tibor Déry, Emma de Jane Austen y El corazón de las
tinieblas de Joseph Conrad.

Otros libros que figuran en la colección son El volcán, el mezcal, los
comisarios, de Malcom Lowry; Cosmos, de Witold Gombrowicz; En torno a
las excentricidades del Cardenal Pirelli, de Ronald Firbank y Salto
mortal, de Luigi Malerba.

agarcia@eleconomista.com.mx

07 diciembre 2010

Best Careers 2011: Interpreter/Translator

As one of the 50 Best Careers of 2011, this should have strong growth over the next decade.

By Alexis Grant
Posted: December 6, 2010

The rundown:
Pharmaceutical inserts, instruction manuals, and textbooks—these are just a few of the documents that translators rework in English or other languages. At courthouses around the country and conferences throughout the world, interpreters help people of different tongues communicate. While both interpreters and translators convert one language into another, interpreters work with the spoken word, and translators the written word. But choosing this occupation means learning more than a foreign language; you also must thoroughly understand the subject you're communicating about. You'll relay not only words, but complicated concepts and ideas, as well as the cultural subtleties that accompany them.
Interpreters and translators specialize in a variety of fields, including medical, judiciary, literary, or sign-language. About a quarter are self-employed, and many translators work from home.
[See a list of The 50 Best Careers of 2011.]
The outlook:
Excellent, although prospects vary by language and topical specialty. Employment of interpreters and translators is projected to increase.... visit: http://money.usnews.com/money/careers/articles/2010/12/06/best-careers-2011-interpretertranslator.html

¿Qué es un pictograma?

Posted: 02 Dec 2010 03:27 PM PST

Un pictograma es un dibujo convencionalizado que representa un objeto de manera simplificada y permite transmitir, de este modo, una información también convencionalizada. Los pictogramas son independientes de cualquier lengua particular porque no representan palabras sino realidades.

La pictografía es uno de los primeros estadios por los que pasa el desarrollo de la escritura en la historia de las culturas y de las personas. En todas las culturas, mucho antes de que se llegara a fijar el lenguaje por escrito, se logró transmitir informaciones mediante dibujos que representaban objetos del entorno. En algún momento, se deja de inventar un dibujo nuevo cada vez que se quiere representar algo y se empieza a reaprovechar dibujos conocidos que ya están en circulación. Empieza así un proceso de fijación y convencionalización que puede conducir a nuevas fases en el desarrollo de la escritura. Nuestro alfabeto tiene un origen pictográfico aunque sus huellas hayan quedado borradas por milenios de evolución. Aunque hoy no sea en absoluto evidente, la historia de la a comienza con el dibujo de una cabeza de buey, y la be fue primero una casita.

También los niños, antes de saber escribir las palabras mamá o coche, son capaces de dibujar un monigote que ellos saben que es su madre o un cajón con ruedas que quiere ser un coche. Cada persona reproduce así en su historia individual un paso que se ha dado muchas veces colectivamente en la historia de la humanidad.

Como decíamos, los pictogramas son independientes de la lengua. No representan ninguna palabra de ningún idioma y, mucho menos, estructuras sintácticas o morfológicas. Eso no impide, sin embargo, que cuando los veamos hagamos algo que nos es natural ante cualquier tipo de dibujo: verbalizar lo que estamos viendo. Por aquí se va pasando a otra etapa que es la de asociar cierta palabra con cierto dibujo: nos vamos deslizando desde el mundo de la pictografía al de la logografía y la fonografía.

Los sistemas pictográficos son inherentemente limitados, pues solo podemos dibujar lo que vemos. Se pueden ampliar los límites hasta cierto punto si reaprovechamos el dibujo que representa un objeto para referirnos a la acción en que típicamente interviene ese objeto. Por ejemplo, el dibujo de un pie nos puede servir también para la acción de andar. Nos vamos aproximando así al terreno de la ideografía, que nos permite ya representar nociones abstractas mediante signos convencionales rompiendo la barrera de la representación icónica.

No debemos quedarnos, sin embargo, con la idea de que la pictografía es un mero procedimiento rudimentario para empezar a fijar información sobre soportes físicos. Los pictogramas están más presentes que nunca en el mundo actual. Son de gran utilidad allí donde se reúnen poblaciones internacionales que hablan una diversidad de lenguas. ¿Qué haríamos nosotros en el aeropuerto de Moscú sin el pictograma de recogida de equipajes? ¿O en los juegos olímpicos sin los monigotes nadadores, saltadores, etc. que hemos asociado a las diferentes disciplinas deportivas?

Es más, los pictogramas resultan muy eficaces en contextos técnicos. ¿Qué es más práctico: describir un circuito eléctrico con palabras o representarlo utilizando dibujos convencionales para resistencias, interruptores, condensadores, etc.? Evidentemente, lo segundo, que ofrece una interpretación unívoca, por encima de las ambigüedades de las lenguas, y posibilita una comunicación internacional entre especialistas. ¿Y qué sería de los usuarios de ordenadores sin los iconos en forma de carpetas, papeleras o altavoces que han ido poblando nuestras pantallas desde los años ochenta del siglo XX?

No parece, por tanto, que esta veterana de la comunicación se vaya a jubilar en un futuro inmediato. En la simplicidad de la pictografía está, precisamente, su robustez. Por eso ha llegado hasta nuestros días y está más en forma que nunca.