Correo no deseado.


No hay mejor sordo que el que no quiere oír. Un principio fundamental de la comunicación efectiva consiste en dirigirnos a quien nos quiere escuchar. Por eso, de poco sirve atiborrar de mensajes el buzón electrónico de una persona que no está interesada en recibir esos mensajes.
Muchas empresas tratan de hacerse por todos los medios con direcciones de correo electrónico para bombardearnos con publicidad. Se resisten a entender que el mundo de Internet no funciona así y se arriesgan a que lo que ellos consideran publicidad acabe clasificado como spam. Cuando eso ocurre, los mensajes dejen de llegar a sus destinatarios (tanto los mensajes buenos como los malos). Cuando son muchos los destinatarios que marcan tus envíos como spam, los servicios de correo empiezan a tratar tu dirección como dirección basura.
Pero hay un riesgo mayor todavía: quien así actúa acabará irritando a sus potenciales clientes y al final se encontrará cerrada una puerta que quizás algún día alguien le abrió de buena fe.
Hay spam y hay ciertas formas de enviar correos que rayan el spam. Ahora nos toca a los particulares. Ten sentido común. Estás a punto de enviar un correo a todos los contactos de tu libreta de direcciones. ¿De verdad crees que a todos les interesa? ¿Es necesario que reenvíes esa cadena a una persona que te escribió hace tres años para interesarse por un coche que vendías?
Si no eres capaz de pensar ni siquiera en una dirección que podrías eliminar, quizás sea mejor que no envíes el mensaje.

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