La capital de la República Argentina fue el lugar elegido para la primera presentación hispanoamericana de esta tan esperada como discutida obra de ortografía castellana, luego de once años de elaboración y de que los eméritos miembros de la Real Academia Española se la enseñaran a la realeza peninsular.
Pedro Luis Barcia, titular de la Academia Argentina de Letras.
El presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, presidió la conferencia y con inocultable entusiasmo aseguró que esta obra "marca un hito en aras de la unidad de la lengua española: todo será, a partir de ahora, un antes y un después de este texto".
La unificación del idioma es efectivamente uno de los objetivos principales de esta obra, desafiando los regionalismos que fueran contemplados en otros trabajos académicos.
En el acto estaban presentes también Alicia Zorrilla de Rodríguez, secretaria académica de la institución y delegada responsable por la región hispano-rioplatense a la Comisión Interamericana de la elaboración de la Ortografía, y Alberto Díaz, del Grupo Planeta y director editorial de Espasa Calpe.
Lejos de la sencillez de su predecesora, esta nueva obra -aunque inteligible para cualquier lector- es extensa, sólida, exhaustiva y razonada, según dijeron los expositores. Lo que queda demostrado en las más de ochocientas páginas de revisiones, muchas de las cuales han generado resquemores en diferentes sectores de la sociedad, y no sólo por ser novedosas.
"La ortografía es un código uniforme en el que todas las variables se diluyen", aseguraron los miembros de la Academia. A diferencia del léxico, la morfología, la sintaxis y la fonología, que están más sujetos a parámetros culturales, geográficos y sociales, la ortografía ha sido concebida, entre otros aspectos, para velar por la unidad del idioma.
Para reafirmar este afán unificador, se subrayó el carácter panhispánico de esta obra que es el "resultado de un trabajo conjunto elaborado por las 22 academias que conforman la Asociación de Academias de la Lengua española".
El volumen presentado contempla todos los aspectos posibles, sin descuidar ninguno, lo que ha constituido una revisión y una renovación de la normativa. Algunas de las novedades que trae la obra fueron por demás discutidas [ver en particular las objeciones de Javier Marías], cuando se conocieron sus primeros esbozos, tales como los cambios de nombres de la 'v' y la 'y griega'. El argumento de los académicos es que en el caso de la 'ye' (antes 'y griega'), como su función principal es de consonante, la nueva denominación responde a ello. En consecuencia, cambia el nombre de la tercera vocal, que ahora será conocida simplemente como 'i' (y no 'i latina'). Estas denominaciones son por ahora sólo recomendaciones. Amantes de la etimología, abstenerse.
No menos estupor causaron el cambio de la 'q' por 'c' (Catar, en vez de Qatar, por ejemplo), cuyo sentido responde a "resguardar la coherencia y la simplicidad del sistema ortográfico"-; la no acentuación de 'sólo', 'ésta', 'éste' (por ser graves terminadas en vocal) y 'aquél' (por ser aguda terminadas en 'l'), lo que también sucede con sus respectivos plurales.
Tal vez una de las decisiones más controvertidas es de unir prefijos a las palabras, como el caso de 'ex', lo que genera palabras como "exvicepresidente" o "exesposo", que dificultan la lectura. La norma parece desconocer que en el ojo avanza por palabras y hasta por frases, no letra a letra. Recientemente, además, se estableció que para el reconocimiento de un vocablo lo decisivo son la primera y última letra.
Finalmente, también generó controversia la no acentuación de 'guión' y 'truhán', entre otros, por ser monosílabos.
Vientos de cambio para la segunda lengua del planeta. Pero que no vienen sin cola.
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