Es como montar a caballo o jugar al futbol.
Hay que experimentarla para sentir esa pasión.
Así, con ejemplos sencillos y contundentes, el
doctor Fernando Carlos Vevia Romero explica
la fascinación del oficio de traducir.
Traductor al español de 14 obras, la
mayoría del alemán y las demás del inglés y
francés, este profesor que imparte asignaturas
como semiótica en el Departamento de Letras
de la UdeG, comenta
que el oficio de traducir
es como todas las
pasiones: se siente y es
difícil de explicar.
“Es como entrar en
otro mundo. Nota uno
de manera especial que
las cosas familiares se
dicen de otra manera. Es
otro modo de enfocar
ciertas problemáticas que en nuestra cultura
nunca se tratarían”.
Consciente de que la traducción perfecta
es imposible, sugiere como ideal el contacto
directo con el texto y el esfuerzo por pensarlo
en la lengua propia. “No solo que sepa lo que
traduce, sino pensarlo otra vez en su propia
lengua es excitante”.